Cada día que pasa las agencias de investigación biotecnológica
descubren una nueva causa de las innumerables dolencias que aquejan a los
habitantes de las sociedades contemporáneas. En aras del triunfalismo y la
financiación, parece que encontrar respuestas fáciles (aunque su búsqueda no lo
haya sido) a preguntas harto complejas, como las causas del cáncer o la
implicación de agentes infecciosos en diversas enfermedades, es algo común y
razonable. Sin embargo, las respuestas fáciles no existen y aún menos en el terreno de la biología. El
gen del cáncer de mama, el gen de la agresividad e incluso el gen de la
homosexualidad, dejan entrever el esqueleto de nuestros prejuicios, más que la
trama de la investigación científica. El proyecto genoma humano, cuyo último
borrador fue dado a luz el pasado 6 de septiembre de 2012 en la famosa revista Nature, no hace sino confirmar el
profundo desconocimiento real que se tiene de la genética. Lejos de viejas
interpretaciones de los genes, el genoma es un compendio de elementos móviles
(más de un 50%), que son secuencias con capacidad autónoma para moverse por el
genoma, escindirse e integrarse bajo ciertas condiciones; tan sólo un 1,5% del
mismo, se traduce a proteínas, luego de forma directa, un ser humano es tan
sólo el producto de ese 1,5% de su genoma. ¿Y el resto? Ese es el gran reto
existente en la actualidad: entender la naturaleza de la información genética,
pues tras más de un siglo de investigación, parecen más los interrogantes que
las respuestas. Los científicos ya empezaron a darse cuenta que en el caso de
los genes dos mas dos no son igual a cuatro cuando, el ser humano, teniendo en
suma unos 25.000 genes, algunos organismos mucho menos complejos como algunas
plantas o nematodos, tenían ingentes cantidades de DNA dada su escasa complejidad.
Por esta razón, parece que en vista de las enormes
dificultades a la hora de entender el mundo del DNA, y las innumerables
implicaciones del ambiente para dar forma a los genes y en última instancia a
los seres vivos, se torna un poco anacrónico que nos hablen de que la causa de
un conjunto de enfermedades diferentes y complejas, con un sinfín de parámetros
y variables todavía por descubrir como es el cáncer, es un único gen; su mal
funcionamiento. Sobre todo cuando muchos de esos genes supuestamente alterados
sólo se observan en enfermos y no se hace comparativa con individuos sanos.
Cuando la metodología opera bien, se ve que muchos de esos supuestos genes
alterados también lo están en personas sanas, luego ¿Cuál es la causa de la
enfermedad? ¿Se habla de susceptibilidad? ¿Y que se sabe de la susceptibilidad
sin conocer todavía el genoma humano? ¿Las estadísticas lo solucionan todo?
Lo único que podemos tener claro, es que “el gen de…” no
existe, y rara vez la causa es un único segmento de DNA (salvo ciertas
enfermedades puramente mendelianas). La prueba de ello es el experimento
llevado a cabo hace más de una década con una célula tumoral, cuyo genoma se
trasladó a una célula sana, y en aquel entorno no se comportó de modo
canceroso.
Las enfermedades multifactoriales como el cáncer, tienen el
hándicap de que son difíciles de abordar. Sin embargo, si los científicos
quieren subvención y el gran complejo
empresarial de las ciencias de la salud, vender sus productos, el mensaje es
que vamos por buen camino tapando agujeros. Lo que no se dice son los agujeros
que se abren.