domingo, 20 de mayo de 2012

Como un pez en Coca-cola


En éste periodo coca-coliense tardío, algunas noches me pregunto lo integrados que estamos en nuestro medio. Me cuestiono si estamos cómodos donde vivimos, con nuestra gente, nuestro barrio, nuestro trabajo, nuestro mundo. No hablo de acostumbrados, sino de integrados. ¿De verdad entendemos todo lo que nos rodea?
Hace un par de noches soñé que estaba en un lugar donde entendía lo que me rodeaba. Donde mis propias acciones determinaban lo que iba a ser de mi. Luego nos preguntamos por qué la juventud se engancha a los videojuegos. Quizás sea la primera generación que, sin saberlo, se ha dado cuenta de verdad que en el mundo real, poco es su margen de maniobra para decidir su propio futuro. Pero eso no debería ser así. Y no es que dependamos de los otros para manejar nuestro futuro; la diferencia entre un niño en una piscina de bolas y una marioneta en un escenario es que el niño, para llegar a la otra punta, con esfuerzo y tesón va empujando las otras bolas, y creando estrategias para poder moverse con soltura. Sin embargo, la marioneta tiene que esperar a que la mano que le guía quiera llegar al otro lado del escenario. Una cantidad reducida de personas en el mundo decide nuestro futuro, deciden lo que mañana me costará el pan, la universidad, viajar en transporte, y diez mil cosas más; y no hay ninguna manera de que nos justifiquen el por qué de esas decisiones. Como si fuéramos tontos nos ofrecen cuatro razonamientos de teoría económica y, sin comprenderlos realmente, aceptamos todas sus mentiras. Si quisieran que entendiésemos la economía, en el colegio nos darían desde pequeñitos la asignatura, en vez de educación a la ciudadanía, religión, ó civilizaciones del mundo.
Desde que sales por la mañana de tu casa, hasta que vuelves, casi nada de lo realmente relevante que te va a pasar en la vida, lo vas a decidir tu. Todo aquello que implique a nuestra calidad de vida. Al menos nos dejan amar.

Canción recomendada: Hafa Café
Autor: Luis Eduardo Aute

jueves, 17 de mayo de 2012

¿Hasta dónde llega el progreso?

En una conversación con un amigo, tomándonos unas cervezas ha salido el tema del capitalismo. Un tema peliagudo. No he querido continuar la conversación, porque siempre son los mismos argumentos a favor, siempre las mismas proclamas: tener en cuenta que gracias al capitalismo tenemos todas las comodidades, toda la tecnología, nuestro bienestar, y todo lo que amamos en nuestra sociedad. Y yo me pregunto dónde está la sociedad de bienestar habiendo tanta gente trabajando a destajo sin vida, para poder pagar sus gastos. Gente que ha trabajado desde los trece años, y que no se ha podido permitir lujos, y que nunca ha podido dejar de trabajar; claro está, su formación ha carecido de tiempo y dinero para crecer. Formación que por suerte o desgracia se ha requerido para tener un trabajo "digno" (me pregunto yo si ser camarero no es digno, y si no es así, entonces habrá que plantearse algunas cosas). Y realmente, tampoco es así. Entonces, yo me pregunto dónde está el sistema de bienestar, con los cánceres, los infartos, las isquemias cerebrales, las depresiones, las bajas autoetimas, la competición desalmada, la destrucción de los bosques, el consumo desaforado con esa falsa sensación de bienestar; con todo el tiempo dedicado a trabajar, con todos los sacrificios sin palmadas en la espalda, con un sistema jerárquico, en el que siempre tienes junto a tí a alguien a quien llamar "jefe"; con un precio para cada una de las necesidades básicas y no básicas, con la televisión, la radio y los periódicos mintiéndonos; con los plásticos, alimentos, bebidas y demás con componentes tóxicos, que poquito a poco nos matan; con la gente quemada por la vida; con el precio del barril de petróleo más elevado que el de un ser humano en Somalia. ¿Dónde está el estado de bienestar que el capitalismo nos promete?
Si existe el libre mercado, las empresas competirán por la rentabilidad, y la bajada de calidad de sus productos, provocando a todo el mundo cánceres y enfermedades desconocidas porque no quisieron gastarse ni un sólo chelín en asegurarse de que lo que nos vendían no perjudicaba la salud.
Por otro lado, la tecnología es un microscopio electrónico, ó un aparato de resonancia magnética, no una televisión de plasma, ó un teléfono de última generación.
¿Y qué comodidades? ¿Un robot que limpie el suelo de tu casa para que puedas trbajar una hora más? Ah, no, que eso es tecnología de última generación.

Pues no se yo si ésto me gusta, aunque un día de éstos nos quitarán el derecho a quejarnos por estar chupando de la teta del capitalismo una leche agria, a un precio muy elevado.

domingo, 13 de mayo de 2012

Un año después del 15M

 

Ayer asístí a la manifestación que se convocó en Madrid, rememorando el 15M y exhibiendo nuevas quejas y peticiones. Acabé un tanto desesperanzado. Mi impresión personal e intransferible de la convocatoria es que fué un poco pobre en comparación con las pasadas. Después de que el estado paternalista nos diga cuándo tenemos que salir a quejarnos, cuánto debe durar y lo que podemos hacer, unas reglas que me hicieron sentir como a un hijo pidiéndole a su padre salir al parque, he acabado desanimado. "No nos representan", gritaban algunos manifestantes....pero han sacado mayoría absoluta. Las cosas no van a cambiar, porque tanto unos como otros continuarán perpetuando éste sistema esclavizante. Y cito a un amigo, que a su vez citaba una frase de "Yo Robot": "La única consecuencia razonable de la esclavitud es la rebelión". Es la única salida, con lo que ello conlleva.
Ayer más que nunca interioricé que nada de ésto va a cambiar, porque no tenemos ningún tipo de poder, nuestros papis de la patria tampoco, y sólo los poderes ocultos del mercado decidirán nuestras vidas.
Desde que nacemos, vivimos en un estado burocrático, en el que todos los pasos que demos desde que nos escolaricen son trámites, meros medios para llegar a ser una tuerca más. Ya ni la educación es un fin en sí mismo, sino como ya he dicho, un mero trámite; el colegio, es un trámite para ir al instituto, que es un trámite para ir a la universidad ó para estudiar una FP, y éstas últimas son trámites para poder tener una formación y llegar a la vida laboral, que ya ni siquiera tenemos asegurada. Y en el mejor de los casos, trabajaremos, y secundariamente estará nuestra vida. La familia, los amigos, la mujer, los hijos, los hobbies, las inquietudes, la serenidad y la salud serán elementos secundarios en nuestras vidas. Lo principal serán nuestras obligaciones, nuestro trabajo, cumplir con el deber para con éste sistema. Sin dinero no podemos vivir...no nos dejan ni respirar. Sin embargo al mecanismo de éste reloj, le trae sin cuidado que las relaciones haya que cuidarlas con tiempo, ó que en un momento dado, descansar pueda suponer la diferencia entre la salud y la enfermedad.
Y ahí estamos nosotros, envueltos en ésta nube tóxica que acaba con nuestras vidas. ¿Para qué vivimos? Especulan con nuestras almas, con nuestras esperanzas, con nuestro tiempo, que ellos mismos racionan. "Trabajas de ocho a tres, y consumes de tres a ocho", rezaba una pintada en unos cuartos de baño de la universidad. Nos sentimos ahogados. Y mientras, un montón de hombres trajeados absolutamente alejados de nuestra realidad, deciden el futuro de todos nosotros, entre carcajadas, concesiones y palmaditas en la espalda. Apretones de manos, mientras ayer nos manifestábamos en la calle. Y los jefes, seguros de sí mismos porque todo está diseñado para que nada cambie nunca, por lo menos por iniciativa popular. Ó peor aún, que parezca que ha cambiado.
La única salida para nuestra situación, es la rebelión. Y para ello debemos perder el miedo. Es muy difícil, pero hay que perder el miedo y decirles a esos perros que nosotros no jugamos más. Porque sus juegos le cuestan la vida a millones de personas en el planeta, incluidos nosotros. Vivimos en el estado de malestar.
¿Cuándo explotaremos?



Canción recomendada: Heaven
Artista: Emeli Sande